La historia no lo es todo

Palmeras en la nieve nos lleva a la Guinea colonial de los años 50 para mostrarnos cómo se entrelazan la vida, historias, amistades y amores entre españoles y nativos. Una película donde la escenografía es clave, pero que pierde fuelle por culpa de una mala interpretación

Llanos de la Rosa

Ficha técnica

Director:  Fernando González Molina

Intérpretes: Mario Casas, Berta Vázquez, Macarena García, Adriana Ugarte, Alain Hernández, Emilio Gutiérrez Caba, Celso Bugallo, Laia Costa, Fernando Cayo

Guión: Sergio G. Sánchez (Adaptación de la novela de Luz Gabás)

Género: Drama. Romance

Año: 2015

Nacionalidad: Española


Acudir predispuesta a la sala de cine es una de las peores cosas que le puede ocurrir a un cinéfilo. Y yo lo estaba mucho. Soy otra de tantas que no entiende porqué actores como Jesús Castro –tenía que nombrarlo- o, en este caso, Mario Casas, tienen papeles en superproducciones. Bueno sí lo sé, y eso me apena como amante del cine -del cine español, en concreto-. Por eso me senté hace una semana  en mi butaca a ver Palmeras en la nieve  y una de las primeras cosas que dije fue “La sinopsis me llama. Mario Casas me hace dudar” Y la persona que me acompañaba trató de animarme: “Quizá haya madurado, vamos a darle una oportunidad”. Pero no, no lo ha hecho. No he visto un llanto tan falso y poco sentido en el cine nunca. Por citar alguna de las escenas en las que no nos lo creemos. Berta Vázquez, quizá injustamente descartada en los Goya, mejora con creces esta historia de amor imposible al hacer que termines admirando a su personaje. Y es que Mario y Berta interpretan a una pareja de enamorados que no pueden tener más cosas en contra. Él un español desubicado en la Guinea ecuatorial de mediados del siglo XX y ella una autóctona que quiere cambiar el destino que le ha sido escrito.

Aunque no todo iba a ser malo. Porque también iba predispuesta positivamente con Adriana Ugarte y Macarena García. A ellas no les hace falta madurar, porque ya venían de fábrica con el don trabajado. Adriana, en su papel de descubridora de la historia familiar, fue quien me hizo llorar de emoción y Macarena, en el suyo como mujer española en los años 50 haciéndose valer, quien me hizo empatizar más.

He empezado por los personajes, para dejar claro que en ningún caso me decanté por la película debido a la aparición estelar –nótese la ironía- de Casas. Lo hice por la historia. No, no he leído el libro aún, por lo que todavía no sé si el tópico se cumple y es mejor que la película, tendré que esperar para saber si Sergio G. Sánchez lo ha hecho bien en su adaptación de la novela escrita por Luz Gabás o no. De momento, el veredicto es positivo.

Pero lo que sí puedo contaros es que la trama es buena. Los años de un grupo de españoles que han hecho su vida en la Guinea Española y que deben convivir con las tribus nativas. Vidas contadas en 162 minutos de metraje que no se hace largo. Quizá lo mejor de la película no sea tanto la historia en sí, si no cómo está narrada. Éste es uno de esos largos en los que la fotogrrafía y escenografía son claves para llevarnos a ese mundo colonial del franquismo del que poco hemos oído, visto o leído en películas y novelas.

Tampoco os voy a engañar, no es esta una película de culto ni uno de esos films predestinados a aparecer en una lista de imprescindibles. No deja de ser una superproducción que solo persigue captar al mayor número de público y, por desgracia el que vende es Mario Casas, pero mucho ganaría en calidad si hubieran elegido a otro. Lo mismo que elegir para la canción de la banda sonora a Pablo Alborán. ¿Algo más comercial? Por suerte apenas interrumpe en la película. Eso sí, pese a todo, una superproducción muy bien amortizada y montada. Veremos qué le deparan los Goya en las cinco nominaciones con las que cuenta. Recomendable en cualquier caso.

2 comentarios en “La historia no lo es todo

  1. Me encanta salir en tus artículos, me siento protagonista.
    Leyendo lo que has escrito me he puesto a pensar en una pregunta muy evidente que no me había hecho hasta ahora. Es evidente que la película ganaría con otro actor interpretando a Killian pero también es cierto que no hubiera tenido la misma repercusión que ha tenido así que lo que me pregunto es, ¿qué parte tiene el cine de empresa y qué parte tiene de arte?
    Porque es el trabajo de mucha gente que necesita ganar dinero con esta actividad pero también es el séptimo arte y no siempre se equilibran correctamente ambas facetas «antagónicas».

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    • Sales porque me acompañas en muchos de mis momentos culturales o inspiradores 😉
      Yo también llego a la conclusión que tú llegaste, cuando tienen que reñir rentabilidad con calidad y cultura, me preocupa que no se sepa compatibilizar una y otra. Pero también me siento optimista, porque nuestro cine ha dado grandes joyas en los últimos años y nos ha descubierto a nuevos talentos, que no solo triunfan por su físico.

      Gracias, aunque algo tardías, una vez más por comentarnos y leernos 😉

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