Como periodista —y como persona— cada vez que veo la cobertura de grandes accidentes en informativos o programas de variedades (Que tiempo tan feliz, incluido) me surgen varias cuestiones.
Durante toda la semana pasada pudimos ver a periodistas (?) persiguiendo en el aeropuerto de Barcelona a los familiares de las víctimas fallecidas en el malogrado vuelo GWI9525. También pudimos leer y ver ‘homenajes’ con las fotos de los tripulantes y pasajeros muertos en Los Alpes. El viernes, los familiares dijeron basta.
Cuando veo imágenes de personas anónimas muertas en atentados u obras asesinas de locos, me pregunto si es realmente necesario hacer públicas sus imágenes de perfil en Facebook, o sus últimas fotografías con la Torre de Pisa o el Puente de Brooklyn de fondo. Me pregunto si la audiencia está menos informada si esas fotos quedan en la intimidad pública de Facebook y no saltan de la red social a los telediarios o periódicos. Cada vez me cuesta más discernir si en las redacciones que, a priori, se consideran serias prima más el morbo y el espectáculo que el mero rigor informativo.
Pongámonos en la piel de esos familiares, ¿nos parecería bien ver a nuestros parientes muertos en televisión, en prensa o internet? Periodistas, repensemos. ¿Cumple la carnaza mórbida revestida de homenaje con la ética periodística? Periodistas, repensemos. ¿Tenemos derecho a violar/difundir la intimidad de los fallecidos por el mero hecho de ser patrimonio de Internet? Periodistas, repensemos.
Se abre un debate: Somos lo que publicamos, Enric Hernández, director de El Periódico. ¿Somos lo que publicamos? Pregunto yo.
Imagen destacada: REUTERS/Eric Gaillard publicada en elconfidencial.com
opino lo mismo
Me gustaMe gusta